https://elreposodelalma.blogspot.com
Os voy a comentar una anécdota que hace tiempo me ocurrió. Cuando me
sucedió me pareció interesante comentarlo en el blog, ya que toda
experiencia puede transmutarse en conocimiento y aprendizaje (al menos
yo así lo intento hacer), y es ese el motivo de que os la comente.
Cuando llega el buen tiempo suelo realizar paseos por el campo en BTT
(Bicicleta Todo Terreno). Uno de esos días cogí la bicicleta y salí a
dar una vuelta. En un punto del recorrido, mientras iba pensando y
disfrutando de los paisajes y bellos colores que la Naturaleza nos
ofrece, pasé por una zona mas urbanizada. En un determinado momento vi
en el suelo, delante de mí, a un caracol. Maniobré con la bicicleta para
evitar aplastarlo y observé que dicho caracol se encontraba en un punto
de la calzada muy próximo al lateral derecho de la misma.
Instantáneamente pensé que, aunque le faltaba poca distancia por
recorrer antes de estar a salvo en el prado, se encontraba aún en una
zona de la calzada en la cual, aunque difícil, era susceptible de ser
aplastado por algún vehículo. Mientras iba alejándome del caracol
acudían a mi mente fugaces pensamientos:
“...está en un sitio que puede pisarlo un coche...”; “...¿y si vuelvo
y lo pongo en una zona segura?...”; “...no puedes salvar la vida de
todo ser vivo en la Naturaleza, ¡es un simple caracol!,...”; “...¿de qué
te sirve salvar un caracol si mueren a miles diariamente?...”; “...
está muy cerca del prado y es muy difícil que lo pise un coche...”;
“...te están esperando y ya vas muy tarde, te quedan muchos kilómetros
por recorrer, es absurdo perder mas tiempo aún...”
Mientras los pensamientos se sucedían, me iba alejando cada vez más y
más del gasterópodo. Decidí finalmente continuar mi camino y acelerar la
marcha para no llegar tan tarde a la cita.
Después de haber recorrido cientos de metros hubo un punto en el que,
todo y sabiendo que llegaba tarde, no pude evitar frenar y dar la vuelta
en dirección al caracol. Mientras me acercaba pensé: “...cuando
llegues ya estará el caracol a salvo y habrás perdido el tiempo
lastimosamente, eso, si es que llegas a localizarlo en el punto en que
lo viste...”.
Después de realizar el trayecto inverso, llegué al lugar en donde debía
de encontrarse el caracol. Me hallaba en el lado contrario de la calzada
y me pareció observar que el caracol estaba ya muy cerca del prado,
prácticamente a punto de alcanzarlo. Me dispuse a cruzar la carretera,
cuando un vehículo surgió delante de mí por la derecha. Tuve que parar y
cederle el paso mientras pensé: “...es poco probable que le pase por
encima... el coche se tiene que acercar demasiado a la cuneta y no
tiene necesidad de hacerlo, la calzada es suficientemente amplia...”
El automóvil cruzó la calzada sin acercarse demasiado al margen de la
misma y continuó su camino. Seguidamente la crucé yo. Al llegar al lugar
donde se encontraba el caracol puse el pie en el suelo para descender
de la bicicleta y recogerlo. Con profunda tristeza pude comprobar que
el desafortunado caracol había estado arrollado por uno de los
neumáticos del coche.
Por unos momentos estuve meditativo contemplando lo poco que quedaba del
desdichado caracol. Monté de nuevo en la bicicleta y continué mi camino
hacia mi destino al que, como es de suponer, llegué con retraso.
Durante todo el recorrido que me quedaba hasta llegar al final, aparte
de sentirme apenado e indignado por no haber sabido reaccionar a tiempo,
el incidente me permitió sacar algunas conclusiones en línea con mis
creencias y reflexionar sobre las mismas. Probablemente no todo el mundo
de a un caracol el mismo valor que yo le he dado, pero el mismo sirve
como ejemplo.
Aquí os dejo algunas de esas reflexiones extraídas de la tragicómica
experiencia que, desde mi punto de vista, considero interesantes:
* A veces nos encontramos en situaciones en las que tenemos que tomar
decisiones rápidas y experimentamos pensamientos o sentimientos
opuestos. Algunas veces tenemos tiempo para reflexionar y decidir lo que
creemos que mejor nos conviene, pero otras veces no. Aún disponiendo de
tiempo, no siempre la decisión que elegimos suele ser la que mas nos
satisface. En ocasiones recurrimos a nuestra lógica, pero también en
ocasiones hacemos caso a esa “especie de sensación”, “intuición”, “voz
interior” o como mejor os plazca llamarla. A esa “voz interior” algunas
filosofías la describen como un intento del alma por establecer contacto
con nosotros, la cual intenta hacerse sentir. Se dice que suele
expresarse mediante corazonadas o intuiciones, y se manifiesta como
remordimientos o mala conciencia cuando actuamos de manera incorrecta a
voluntad. También se dice que en momentos de duda, cuando no sabemos que
decisión hemos de tomar, la mejor opción y la que nunca suele fallar es
hacer caso a lo que nos dice el corazón, es decir, a la voz de nuestra
alma.
* Nuestros actos generan efectos de consecuencias previsibles y a veces
de imprevisibles. Algunos de nuestros actos los podemos enmendar (como
el de volver hacia atrás para intentar recoger al caracol). En otras
ocasiones aunque enmendemos nuestros actos, no podemos evitar las
consecuencias de nuestras acciones (como el evitar la muerte del caracol
al no haberlo recogido cuando tuve la oportunidad de hacerlo). El
factor tiempo, con toda su relatividad pero con su realidad subyacente,
no lo podemos ignorar. Hay ocasiones en las que se nos presentan
oportunidades y por motivos diversos decidimos posponer según que
decisiones con excusas como: “...mas adelante ya lo haré...”, “... lo
que tenga que pasar, pasará...”, “...haga lo que haga no servirá de
nada…”, etc., pero algunas de esas ocasiones que se nos presentan es
posible que no vuelvan a ocurrir o, al menos, deba de transcurrir mucho
tiempo hasta poder volver a vivir una situación parecida. Con esto, no
quiero decir que debamos precipitarnos en la toma de decisiones, pero sí
de que tendríamos que afrontar las mismas cuando tenemos la oportunidad
de hacerlo.
* El hecho de que no seamos conscientes de nuestros actos o no
lleguemos a saber el resultado de los mismos, no significa que estos
dejen de suceder (como en el caso del caracol, que aunque no hubiese
dado la vuelta para intentar ponerlo a salvo y hubiese continuado mi
camino, igualmente éste hubiese finalizado bajo la rueda del coche).
Todas estas reflexiones a más de uno le parecerán obviedades, pero para
nuestro desarrollo interior no es necesario vivir grandes experiencias,
leer infinidad de libros profundos ni alcanzar sublimes estados de
conciencia. La mayor parte de veces la misma vida nos está
constantemente ofreciendo oportunidades de aprendizaje las cuales, para
la mayor parte de personas, nos pasan desapercibidas o simplemente
hacemos caso omiso de las mismas. Es importante vivir conscientemente e
intentar aprovechar toda oportunidad que nos ofrezca el destino, la
cual, por trivial que pueda parecer, se nos suele presentar con un
objetivo muy concreto y preciso. Nada es casual y todo tiene su razón de
ser. Otra cosa es que nos creamos merecedores o no de ese destino y
sepamos ver o no una oportunidad en el mismo, pero todo lo que pueda
suceder está motivado y planificado con un objetivo concreto.
Creo que es importante estar conscientes en todo momento de la realidad
que nos envuelve, para de esta manera no dejar escapar ningún detalle
por nimio que pueda parecer, como el del caracol en mi caso ya que,
aunque no se trate de un hecho transcendental (todo y que desde el punto
de vista del caracol seguro que sí lo era), el mismo me permitió
reflexionar en profundidad sobre diversos aspectos.
Dani
No hay comentarios:
Publicar un comentario