por Ramiro Calle
Que Occidente tiene un dudoso privilegio para aguar, desdibujar,
desnaturalizar y prostituir muchas de las enseñanzas de autodesarrollo
de Oriente es un hecho tan deplorable como innegable; que su capacidad
de falsear dichas enseñanzas es desmesurada, es un hecho tan lamentable
como cierto. Así no es de extrañar que los que podríamos denominar
neoyoga, neotantra, neovedanta, neozen y demás hayan sido tan
distorsionados y siempre con el mismo fin: rentabilizar y mercantilizar,
sin importar a muchos de sus difusores que sea una traición a la
esencia misma de tales tradiciones.
Y ningún método de autorrealización de Oriente suele salvarse de tal
deformación. Se hace necesario desenmascarar tales intentos por falsear
las genuinas enseñanzas, omitiendo algunos de sus principios más
medulares, haciendo falsas promesas de que se pueden encontrar atajos
para llegar al cielo y de que no es necesario desplegar el esfuerzo. De
todo ello no se ha salvado el tan traído y llevado ahora mindfulness.
Término que, para empezar, no debería suplir al castellano de
“Atención”. Pero las modas son las modas y si vienen de USA aún son más
irresistibles y mecánica y ciegamente imitadas.
Pero bien se puede aseverar que mindfulness sin la triple disciplina o
triple entrenamiento es simplemente nada. Para empezar porque no hay
nadie que logre estar atento si no se entrena metódica y asiduamente
para ello, pues es como si me piden a mí que corra los diez mil metros
sin un previo y concienzudo entrenamiento. Nadie logra estar atento
porque se le diga que lo esté, como no basta pronunciar la palabra "luz"
para que la lámpara se encienda. Estamos demasiado dormidos y
automatizados como para lograr estar atentos ni siquiera un minuto sin
un previo y sistemático entrenamiento para cultivar y desarrollar esa
preciosa función de la mente que es la atención, y de la que Buda dijo:
"Declaro que es poderosa en todo momento y circunstancia", igual que en
el Dhammapada podemos leer: "Los que están atentos están vivos, pero los
que no es como si ya hubieran muerto". Se desarrolla la flexibilidad
llevando a cabo con constancia estiramientos y se gana en atención
ejercitándose a tal fin mediante las oportunas técnicas meditativas. De
otro modo, por mucho que a una persona se le diga que esté alerta, no lo
conseguirá nunca en la vida diaria: pues incluso ya es difícil estarlo
aún con el entrenamiento metódico oportuno.
Igual que se entrena un músculo para desarrollarlo y fortalecerlo, hay
que entrenar ese "músculo" sutil que es la atención. Todos tenemos en
principio la atención muy debilitada y de nada sirve, si no nos
ejercitamos a tal fin, que se nos diga "estate atento al caminar o al
hablar o al amar". La negligencia mental, el descuido de la mente es
tal, que se requiere una práctica asidua, que es la meditación, y
complementarla, sí, estando luego más atentos al preparar una taza de
té, dar un paseo, oler una flor o estar en la profundidad de una
caricia. Por tanto, insistiendo en ello, si una persona quiere estar más
atenta, tiene que entrenarse en serio y de otro modo pensará que está
atenta sin estarlo o fallará una y otra vez en el intento.
Pero incluso la atención por la atención, el denominado mindfulness por
el mindfulness, es de corto alcance si no va apoyado por otras dos
disciplinas. Además de la del cultivo de la atención: la disciplina
ética o virtud y la disciplina para el desarrollo del entendimiento
correcto, visión lúcida o sabiduría. La virtud impide aplicar la
atención con malos fines y la sabiduría nos enseña a poner la atención
al servicio de buenos pensamientos y sentimientos. Hay una atención
debida y otra indebida. ¿Acaso no está muy atento un torturador, un
kamikaze, un verdugo o simplemente un ladrón? Pero es atención indebida,
que nace de la ausencia de virtud y sabiduría.
En las enseñanzas de Buda se pone el
énfasis en el cultivo de la atención para adquirir una lucidez que hace
posible el desasimiento, el desapego, la visión de lo transitorio, el
control del ego y el mejoramiento humano. No el apego, la competencia,
el culto a la personalidad, el egoísmo, el poder sobre los demás, el
aferramiento y el cultivo de la máscara de la personalidad. No el ser
más fuerte en los negocios, ni saber mejorar la capacidad de dominar y
manipular, ni ser más brillante que los otros para intensificar el
propio narcisismo. Todo eso es muy americano, claro, pero está en las antípodas del verdadero vipàssana y satipathana mostrados por el Buda y los grandes maestros de la Humanidad.
Hay muchos libros sobre la atención que palidecen al lado de los que
toda persona seria debería leer sobre el tema, y que son "El Corazón de
la Meditación Budista" y "El poder de la Atención", de mi admirado amigo
Nyanapoika Thera y al que tantas veces acudí a entrevistar a su ermita
en Kandy (Lanka). Han sido fiel y magistralmente traducidos por Almudena
Hauríe Mena,para evitar aquello de "el traductor es el traidor". La
atención es el faro, filtro y custodio de la mente, una gema de gema,
una luz en la senda hacia afuera y el viaje a los adentros, pero la
atención hay que ponerla al servicio de la evolución consciente y de
humanizarnos y no de la involución y la deshumanización.
Ramiro Calle
©VerdeMente, 214
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