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“¿Dónde está el barco?” Pregunta irritado un hombre que ve
la pintura de Turner titulada Snow Storm
–Steam boat off a Harbour’s mouth-. Efectivamente, el barco es invisible,
tragado por las olas voraces, la tormenta, el humo, el viento, las luces de
bengala estallan y el mástil inclinado resiste el naufragio. La exposición Late Turner en la Tate Britain en
Londres exhibe las obras realizadas en los últimos años de vida del pintor. Al
igual que sucedía hace más un siglo, algunos visitantes se esforzaban por
encontrar los barcos y saber desde dónde fueron pintadas las escenas marítimas
y los paisajes. Con la falta de imaginación que impera en el arte contemporáneo
VIP que sólo conoce el lenguaje reiterativo y la obviedad, las obras de Turner
son incomprensibles.
Las pinturas de Turner no son consecuencia literal de las
anécdotas inscritas en los títulos largos y apegados a la terminología naval.
Es imposible ubicar con insistencia documental los puntos de vista desde donde
se dice que están pintadas las obras porque estos son producto de su
imaginación, y de su preocupación por experimentar en la estética de fenómenos
físicos y fantásticos. Los paisajes hay que habitarlos, la clave está en el
color, en las plastas del temple óleo, que construyen planos y capas, que crean
centros visuales, alteran la posición arbitraria del testigo, imponen nubes; en
las manchas que resuelven la vaguedad de los planos, que borran la frontera
entre el terreno y el cielo.
Turner entendió que los elementos de la naturaleza tienen
una relación inestable y dinámica, que lo importante era captar el efecto, no la
forma. Turner logró que su pintura se comportara con la autoridad del fenómeno
de la luz, como un elemento inasible, con movimiento propio y sin materia que transforma
la apariencia de elementos sólidos, matéricos y tangibles. Con esta fijación
casi científica investigó en el reflejo de la luz en los estados líquido y
gaseoso del agua y la manifestación cinética de las condiciones climáticas: la
neblina, bruma, tormenta, mar agitado o quietud turbia. El reflejo de la luz de
Turner transforma el paisaje, el terreno, la presencia del agua hasta llegar a
ser irreconocibles. Sus pinturas son una reinvención antinatural de su
observación de la naturaleza.
Estas piezas descubren la madurez de Turner cuando dejó de
defenderse del público que decía que esos naufragios y paisajes eran imposibles,
y aceptó que su interpretación de la luz desapareció a la realidad, la hizo
insignificante para su obra, que su búsqueda fue la narración dramática de su
entorno.
El campo o el mar se convierten en planos para experimentar con
efectos cromáticos, en el cuadro Snow
Storm –Steam boat off a Harbour’s mouth- un remolino ocre se eleva al cielo
para continuar en el mar, es una gran boca en azul, gris, negro, blanco, que devora
un centro más oscuro que es el barco, nos arrastra a la vulnerabilidad de la
nave que pelea una batalla desigual con el cielo y el mar, con la superficie y
el espacio. Así juegan el tiempo y el destino con nosotros y con esa
incertidumbre necia peleamos para no ser tragados en su remolino. Su trabajo
sobre la alteración de las formas a través de la luz dio paso al Impresionismo,
que inexplicablemente no avanzó, significó un retroceso de todo lo que Turner
había logrado. La pintura de Turner fue más lejos de su presente y de su
futuro. La secuencia lógica en la pintura es Constable, los impresionistas y
después Turner para llegar al abstraccionismo. Rothko está más cerca de Turner
que los impresionistas.
A los 71 años pintó The
Angel standing in the Sun, plastas de pigmentos anaranjados, grises,
blancos sucios, la luz metafísica emerge del ángel que levanta su espada sobre cuerpos
difusos y aterrorizados, la anécdota es una fábula y Ruskin fatalista lanza el
juicio final: “es indicativo de una enfermedad mental”. Turner, cómo todos
nosotros, no sabía cuándo iba a morir, pero sabía que su obra ya estaba fundida
a su existencia, la consciencia se anunció como locura. La luz nebulosa, la
radiación del resplandor centrífugo del ángel se lleva años de paisajes,
naufragios, soledad, luchas internas, para arrojar pintura pura, Turner
puro.
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