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Expulsión del Paraíso. Juan Correa, siglo XVII. Óleo sobre tela |
La composición es idéntica a la descripción de Milton: en un
ángulo están Adán y Eva, vestidos, conscientes de su desnudez, una de las primeras
manifestaciones de la conciencia es la vergüenza. En el poema de Milton la
serpiente le habla a Eva durante un sueño, la irrealidad es el territorio del
ego que pide y ofrece banalidades, por eso no aparece en la pintura, porque el
acto de ceder se ha consumado. La pareja está de rodillas, la tragedia es que
apenas saben que su falta fue seguir la voz del ego, que los despojó de la paz
de no desear y emprenden con dolor su viaje al conocimiento de la realidad y de
ellos mismos, el miedo a ese trayecto espantoso, sin certezas, los hace suplicar
un regreso imposible.
A un lado están un conejo, que es la lujuria, una ardilla
que es la astucia y maldad del Diablo.
El Arcángel Miguel, como en el poema, cumple
la misión de expulsarlos del Paraíso, señala el cielo con la espada de fuego, les
reprocha la dimensión de su falta y les advierte que aunque aspiren al perdón
jamás regresarán a ese Paraíso marcado por un umbral simbólico, translucido, triangular
porque es divino, no es un sitio físico, es la frontera entre la vida espiritual
y la vida material, entre la satisfacción y la insatisfacción. El árbol es
símbolo de la materialidad que crea ataduras, evoca a la vegetación de la Nueva
España, los pensadores novohispanos especulaban que el Paraíso recobrado estaba
en este continente, el Diluvio no había castigado sus tierras en las que
iniciaría una nueva era de Adán. El árbol cargado de frutos es hermano del Árbol Florido de los mexicas, del jardín
del palacio donde habitaban los Padres Divinos, germinado de
semillas-corazones, sus ramas sangraron cuando los hijos desobedientes las
cortaron violando su abundancia. Los Padres los expulsaron, condenándolos a
habitar en esta realidad.
Milton canta: “Happiness in his power left free to will.
Left to his own free-will, his will through free… Yet mutable”.
Controlamos
nuestra felicidad pero la libertad la puede convertir en otra cosa, la
mutabilidad de la voluntad es una característica de esa libertad. La abundancia
que han perdido Adán y Eva es la de la satisfacción, ignorando la voz del ego
tenemos lo que necesitamos, eso nos hace verdaderamente libres, porque nos
tenemos a nosotros mismos, somos uno. El trabajo cotidiano que ahora tienen
como castigo es saber cuál es la satisfacción real y el hambre a la que el ego
nos condena. Este castigo los empujará al proceso que da sentido a la
existencia: conocerse, saber que son débiles, que sólo formando su propia ética
tendrán una razón de ser, que esa sabiduría los mantendrá lejos de la tiranía
del ego.
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