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¿Dónde
me dejaron?. ¿Dónde mis hermanos de la Luz, los que viajan en las
luces, me dejaron?: Me dejaron en la tierra del tiempo, del inicio que
es final y luego inicio y otra vez final…, y así por los siglos de los
siglos.
¿Por
qué me arroparon de tiempo y de materia sometida a él?. ¿Por qué olvidé
hasta el olvido, y el camino de vuelta, y la misión que ahora sueño…?,
porque recordarla sería no ser lo que soy, sino lo que siempre he sido.
Hundo
los pies en el barro de este mundo a la vez que levanto los brazos,
intentando acariciar las estrellas. Alzo los brazos como un árbol que
siendo hombre sostiene el cielo, y con la tierra lo une en el corazón.
Tierra
Madre, Madre Tierra que me acoges y me acunas, que me tienes y me
sientes, que alzas las alas como amaneceres de tu propia vida. Y que
esperas también tu retorno. Y tu ascenso a tu propio cielo, al que he de
acompañarte liberándote de la carga pesada de un ser dormido que camina
sobre tu rostro hiriéndote de muerte.
Madre
Tierra, Tierra Madre, ahijada de un sol hermanado con Sirio. ¿Qué sabes
tu de mi, de mi tiempo, y de mi origen?. ¿Qué sabes tu de mi casa del
cielo, la que vio mi partida y espera mi regreso?.
¿Dónde
me dejaron los que nunca se fueron y contemplan mis pasos, susurrándome
recuerdos, alumbrándome caminos, despertándome del gran sueño del
hombre…?, el que hombre lo hace: Me dejaron en las manos de la Madre del
Mundo. Y esta me alumbró, alumbrándose a sí misma en mi propio sueño y
en mi despertar.
Ando
el camino de los hombres descubriendo que me vistieron de piedra.
Piedra en la que late la vida henchida de sangre y huesos, y de carne
que dibuja arrugas porque el tiempo la hiere y se la lleva, como el
viento arrastra hojas que el otoño sembrara. Hago el camino de los
hombres sabiendo que no lo soy, que la piedra no es mi alma ni el alma
de mis raíces, ni el color de mi piel es de sangre amamantada por ríos
de vida humana que busca su destino entre hombres que creen haber bajado
de un árbol. No soy lo que veis, pues bajé de las estrellas. Mi cuerpo
es de luz, centellea, palpita en colores, disipa la noche en su vuelo y
deja un rastro arcoíris en el cielo. Mi casa no tiene paredes, ni
siquiera las montañas la contienen. Mi casa dibuja esferas en el
firmamento. Siembra vida en los confines del cielo, de cada cielo sobre
cada mundo. Y la cuida, pues sembradores de vida somos y preservadores
de lo creado.
En
el camino de los ángeles no existen piedras, sino gotas de rocío que
contienen estrellas. Y por cada una de ellas la luz brota de una fuente
inagotable.
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