RAMTHA
by senderosalalma
Ahora
hagamos un pequeño repaso para empezar en el marco de conciencia
adecuado. Queremos evolucionar , para poder llegar a un nivel de
conocimiento más profundo, así que empecemos con el conocimiento que
teníamos y póngamos nuestra mente en un sendero recto hacia el
entendimiento.
La
primera enseñanza que te di fue que escogiste estar aquí, elegiste
venir aquí y aprender un entendimiento espiritual. Nadie te obligó a
venir. Estás aquí porque esto es lo que quieres aprender. La elección
propia es el comienzo del poder propio o de la redefinición del Yo.
Ahora,
¿cuál fue el segundo punto? La definición del Yo. Todavía estamos algo
confundidos acerca del Yo, y es solamente un término. Las palabras que
yo uso, son sólo palabras. Lo importante es que recuerdes las dos
noches1 que pasamos juntos en tu tiempo donde hablé sobre aprender a
escuchar y sobre por qué es importante que te enseñe un maestro porque,
si escuchas atentamente, ¿qué sucede en tu cerebro? Hay hologramas,
imágenes. Así es como hay que escuchar.
Estas
palabras estimulan el cerebro para que cree imágenes. Y, como has
aprendido, ese Yo verdadero es imaginación; es el acto de crear
imágenes. Ese es nuestro destino; es lo que se supone que debemos hacer.
Así
que si hoy escuchas o lees mis palabras, eso te ayudará quizás a
replantear viejas definiciones, porque a medida que hablo y, si me
sigues, tu cerebro producirá las imágenes que mis palabras, colocadas
adecuadamente, causarán en tu mente. Si esto es así, entonces estás
pensando en términos espirituales.
La
definición del Yo. Tenemos que remontarnos al Punto Cero, a lo que te
enseñé la primera vez que viniste a verme: eres Dios. Luego, por
supuesto, tenemos que redefinir a Dios y quitarle las cadenas de la
limitación y del dogma. Y para explicar la metamorfosis de la involución
y de la evolución, la realidad, usamos lo que se llama la física. El Yo
es un estado puro y creativo de la conciencia y su servidora la
energía, combinadas inextricablemente; eso es lo que realmente somos. El
Yo creador no es otra cosa que el Dios-Fuente en sí mismo. Eso es lo
que somos.
Si
entendemos que en realidad no somos los rostros que llevamos puestos ni
las prendas que usamos, ni los territorios que definimos, entonces
empezamos a ver al Yo en su origen más puro. Cuando entendemos que el Yo
no es el cuerpo subjetivo en el que existimos, sino que es la mente
inactiva de una y toda la realidad —si pudiéramos, con este cerebro que
tiene la capacidad para contemplar el infinito, incluso en sus términos
finitos— empezamos a ver entonces que nuestro Yo ha sido una culminación
gradual de las propias experiencias que él creó.
Ahora,
presta atención a lo que dije: que el espíritu es la culminación
gradual de las propias experiencias que ha creado durante eones de
manifestación. Lo que esto esencialmente significa es que el Yo es una
mente amplia —una mente, realmente— compuesta de toda la conciencia y
energía que creó. Y experimentar una creación sin terminarla sería
fragmentar el Yo; recuerda que eso es lo que somos. Nosotros, como
conciencia y energía, el Dios-Fuente en sí mismo, tenemos sólo un
destino verdadero: hacer conocido lo desconocido. Y mientras más lo
hagamos, imaginar lo inimaginable, mayor será nuestra unidad, nuestra
unicidad como Dios. Eso es lo que tenemos que hacer. Somos un océano que
se filtra por las playas del Vacío, debemos siempre expandir lo que
somos. Eso es el Yo.
Si
somos un enigma, una cualidad etérea y misteriosa llamada conciencia y
energía, entonces es el alma la que captura y conserva para siempre la
experiencia final, el movimiento final de esa experiencia. El alma y la
conservación de la experiencia en su finalidad es lo que permite que la
conciencia sea tan amplia. Sin la ayuda del alma para definir la mente,
estaríamos solamente creando y desplazándonos por la creación. Y tan
pronto como nos movemos por ella, regresamos adonde estábamos al
principio, pues no tenemos un margen -no lo hemos creado— de realidad
estática a partir del cual podamos construir otros conceptos.
Tenemos
aquí entonces el alma de la experiencia memorable dentro del Yo de
conciencia y energía. Es la cualidad que permite que nuestra mente
crezca y se expanda. Nos da nuestros asuntos terminados, los que usamos
como trampolín para crear el siguiente inimaginable. Ese es el Yo, y es
imponente y poderoso.
Cuando
sabemos eso acerca de lo que somos, podemos ver claramente que una vida
dedicada, que sale del desierto, de la oscuridad y del pantano, una
vida que nace aquí y cuyo afán, destino y objetivo es averiguar lo que
somos, es la más elevada que podamos vivir. Porque cuando empezamos a
imaginarnos a nosotros mismos no con los ojos de la humanidad, sino que
comenzamos a definirnos en términos mucho más amplios, términos
inimaginables, empezamos a localizar lo que somos. Ese es el
descubrimiento de quiénes somos. Es hora de mirar lo que es verdadero y
real en nosotros. Esa es la vida espiritual.
Ahora:
definir nuestro Yo. Lo que aprendimos entonces es que el Yo se
encuentra en el cuerpo de una encarnación como la tuya. Ese Yo, cuando
estuvo en el Plano Sublime la última vez y todas las veces que venía de
encarnaciones anteriores, llegó al cielo. Y la agenda allí, ese
magnífico día del juicio, esa hora del juicio, es para que veamos por
nosotros mismos subjetiva y objetivamente cómo colocamos la energía y de
qué manera afectamos finalmente el núcleo central de nuestro ser. El
repaso de la vida anterior, como te gusta llamarlo en términos cósmicos
floridos.
Lo
importante de esto es que en esta hora del juicio no hay nadie allí en
el cielo que sea el juez. Estamos nosotros mismos. Y averiguamos
entonces que lo que cubre al Yo son los asuntos sin terminar. Hemos
aprendido un término llamado «cargas», estar cargado. Vemos
entonces nuestra vida anterior y lo que vas a hacer en ésta, vas a verlo
todo. En la energía nunca se olvida nada, porque cada acto estuvo
precedido de un pensamiento y eso es lo que es real. El pensamiento es
real porque es lo que es el Yo; es conciencia y energía. Así que
repasamos lo que es real. Y nada se desperdicia.
Vemos
todo lo que hicimos, lo que pensamos que hacíamos a puertas cerradas o
que estaba detrás del plácido rostro de la indiferencia o de sonrisas
vacías. Y empezamos a verlo no sólo como el que lo hizo y lo estaba
pensando —desde este punto de vista la conciencia y energía como Yo es
ambas cosas— no sólo vemos subjetivamente lo que estábamos pensando,
sino que también lo sentimos subjetivamente como energía y vemos adonde
estaba dirigida. Porque somos, como ya lo hemos aprendido, uno. Dios es
una mente. Lo que hacemos, nos lo hacemos a nosotros mismos, sin
importar quiénes sean los personajes. Los personajes somos nosotros
mismos, porque así de grande es el Yo.
Aprendimos
que lo que le hacemos a otro, nos lo hemos hecho a nosotros mismos.
Cuando abusamos, cuando somos despiadados, indiferentes, cuando
esclavizamos a otro o le ponemos una trampa, cuando somos decadentes,
faltos de benevolencia, implacables, todo eso nos lo hacemos a nosotros
mismos. Durante el repaso en la luz experimentamos lo que es sentir eso.
Todo es energía y nosotros, por lo tanto, somos sus creadores.
Entonces, la energía que nosotros expulsamos regresa a casa, a nosotros.
Ese es el día del juicio.
¿Y
por qué es un momento doloroso? Porque realmente nos toca ver cada
faceta de nuestro ser y la dinámica de esa faceta. Nos convertimos en la
persona lastimada que lastimamos, en el esclavo que esclavizamos. Somos
la víctima de nuestro abuso. Y lo sentimos en cada rincón. También
aprendimos por qué eso es importante, porque para poder realizar
cualquiera de esos actos en una vida, debemos tener una cualidad divina
que podamos utilizar para ejecutarlos. En otras palabras, no hay ningún
acto que no esté precedido de un pensamiento, y el pensamiento procede
de la fuente divina que está dentro de nosotros. De modo que nosotros
somos ese acto. Aprendimos también que nuestras cargas consisten en
entregar nuestro poder, fragmentar nuestro Dios y estar incompletos.
EXTRACTO DEL CAPITULO 2 DEL LIBRO EL PLANO SUBLIME DE RAMTHA
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