Los conceptos como
‘el alma’, ‘el ego’, ‘la personalidad’, ‘el niño interior’ y ‘la
conciencia’ se utilizan a menudo en escritos esotéricos. Todos son parte
importante de lo que constituye nuestra humanidad. ¿Pero cómo se
relacionan ellos entre sí y que significan para nosotros en nuestra vida
cotidiana? La psicología tradicional ofrece una diversidad de modelos
de la personalidad humana. Lo que usualmente está ausente es la
perspectiva espiritual. Desde mi punto de vista, en la base de la
perspectiva espiritual está la idea de que nosotros como seres humanos
somos, en parte, independientes del tiempo y del espacio, y que esta
parte es crucial para un entendimiento apropiado de quienes somos. Me
refiero a esta parte como el alma. No sólo tenemos un alma, que existe
más allá del tiempo y del espacio, esta alma se manifiesta dentro del
tiempo y del espacio en mucho más de una única vida humana: todos
tenemos muchas vidas.
Yo creo que el concepto de la reencarnación es vital para la perspectiva espiritual también.
En
este artículo propongo un modelo psicológico del ser humano desde una
perspectiva espiritual y este modelo se basa en mi experiencia como
hipnoterapeuta y en mi intuición interna, a medida que ésta ha
evolucionado a lo largo de los años. Presentaré cada uno de los
conceptos antes mencionados y describiré lo que siento que son sus
características definitorias.
El Alma
Cuando
percibimos el mundo que nos rodea con nuestros sentidos, todo parece
manifestarse a sí mismo dentro del tiempo y del espacio. Cuando fui a la
universidad hace unos 40 años a estudiar matemáticas, física y
astronomía, concebí el universo como un espacio infinito
fundamentalmente que contenía un número infinito de partículas. Sin
embargo, también creía en la existencia del alma humana y de la
reencarnación. Y no tenía claro cómo podía unir las leyes matemáticas
fijas, causales del universo físico con el mundo interior de la mente:
la conciencia, la subjetividad, la libertad. Para mí la teoría de la
relatividad de Einstein fue una clave. Me enseñó que a nivel de la luz,
no existen ni el tiempo ni el espacio, porque para la luz, solamente
existe el eterno ahora. Para hacerlo más claro: si miramos a una
estrella distante, decimos que el viaje de la luz de esa estrella a
través del espacio para llegar a nosotros llevó muchos años. Pero en
cuanto al rayo de luz propiamente, por así decirlo, no experimentaríamos
el tiempo ni el espacio. Esto se debe a que al desplazarse a la
velocidad de la luz, el tiempo y el espacio colapsan. La luz no viaja
dentro del tiempo y el espacio, sino que configura nuestras propias
percepciones del tiempo y el espacio.
La teoría de la relatividad
ofrece el siguiente panorama del universo. La luz es una forma de
energía. Toda energía existe en una condición sin tiempo ni espacio: el
eterno ahora. Desde el nivel de energía pura, emerge la materia y
conjuntamente con la materia, el tiempo y el espacio. Al igual que la
luz en el universo físico es independiente del tiempo y del espacio,
también hay una parte de nosotros que es independiente del tiempo y del
espacio, independiente del cuerpo físico: esa parte es a lo que llamamos
el alma.
Lo que significa el alma exactamente, está fuera de
nuestra comprensión. Nuestro pensamiento se basa totalmente en la
clasificación de las cosas en tiempo y espacio. También, nuestro
lenguaje queda determinado por la distinción del pasado, presente y
futuro. Pero el alma trasciende el tiempo y el espacio. El alma es como
una estrella con muchos rayos. Y si uno de estos rayos toca nuestro
mundo, nace un ser humano: una encarnación del alma. Parte de la luz de
esa estrella está en nosotros: esto es lo bello y lo bueno en nosotros. A
esto le llamamos nuestro yo superior, nuestra luz interior.
Eventualmente expresaremos esta hermosa luz en la Tierra y
enriqueceremos al mundo y a la humanidad con ella.
En cuanto
comencemos a ser conscientes de esta luz interior – nuestra alma –
entraremos en un proceso de crecimiento. Tenemos el sentimiento de que
nos convertimos en más de nosotros mismos y a la vez, nos sentimos
conectados más profundamente con el mundo, con la vida a nuestro
alrededor y con el universo. La duda desaparece; gradualmente empezamos a
comprender quienes somos y que hay un lugar único para nosotros en el
universo. Entonces dejamos atrás el mundo de la oscuridad, la duda y el
temor y experimentamos la luz eterna en nuestro interior. Es el alma la
que da sentido a nuestras vidas.
Las personas a veces se
preguntan cuál es el objetivo, el sentido de la vida. Debido a la forma
en que se nos enseña, buscamos el propósito y el sentido fuera de
nosotros mismos. Queremos lograr algo en la vida, hacer una carrera,
crear algo significativo, encontrar una relación, o tener hijos. Pero el
propósito verdadero de nuestras vidas es un propósito interno: permitir
que la luz de nuestra alma fluya a través de nosotros completamente.
Esta es la verdadera auto realización. Una vez que logremos esto, ya no
preguntaremos cuál es el propósito de nuestras vidas; la búsqueda
termina. Hay un conocimiento simple y obvio: hemos encontrado nuestro
lugar en el universo. El camino no está fuera de nosotros, sino en
nosotros: nosotros somos el camino. Al ser fieles a nosotros mismos,
seguimos ese camino.
La Personalidad Terrenal
Al
comienzo de nuestra vida humana, un rayo de luz toca la Tierra. La
energía atemporal de nuestra alma se funde con un sinnúmero de otras
energías y nace nuestra personalidad terrenal. Esa personalidad es única
para cada persona. En vidas anteriores, tuvimos un temperamento,
expectativas, temores diferentes, todo era diferente – excepto nuestra
alma. El núcleo más profundo es siempre el mismo, pero las energías a su
alrededor son diferentes. Como escribió el General Americano Patton en
un poema:
Como a través de un cristal, y oscuro
Veo la lucha interminable
En la cual luché con muchos disfraces
Muchos nombres, pero siempre yo.
Es
el alma la que nos proporciona el sentido de ser yo. Aun cuando
participemos en una vida con una personalidad muy diferente, un género
diferente – a veces hasta con un cuerpo no humano – igualmente podemos
sentir que: ese era yo. Esto también se aplica a nuestra vida actual.
Párense frente a un espejo y piensen en su niñez. Su cara ha envejecido,
sus emociones y su conciencia han cambiado – pero aun así…..es ustedes.
Sentimos profundamente, en el núcleo de nuestro ser, una identidad, un
Yo que siempre ha estado aquí y que no cambia. Este Yo es independiente
del tiempo y del espacio, no envejece con el cuerpo – lo que sentimos es
nuestra alma.
Nuestra personalidad terrenal se puede comparar
con un sistema solar: el núcleo – el sol – siempre es el mismo. Pero hay
planetas que rotan alrededor del sol, y los planetas cambian
continuamente su posición. La configuración de los planetas representa
las energías que determinan nuestra personalidad, diferente a la del
propio sol. ¿Cuáles son esas otras energías que determinan nuestra
personalidad? Las principales son: nuestras vidas pasadas, nuestros
padres, nuestro cuerpo y constitución genética, la sociedad en la que
crecemos, la energía de la Tierra, y la energía de la humanidad en su
conjunto. Ahora detallaré cada una de estas influencias.
- Nuestras vidas pasadas
Para
comenzar están nuestras vidas pasadas. Y de esas vidas pasadas, la que
es particularmente más importante es la vida que antecedió directamente a
nuestra vida actual, usualmente ésta tiene una profunda influencia. La
forma en que nuestras vidas pasadas nos afectan depende de cuánto de
ellas hayamos integrado o liberado. Después de cada vida, cuando dejamos
el cuerpo físico, comienza un proceso de crecimiento natural y hermoso.
Gradualmente nos liberamos de nuestra personalidad terrenal, con todos
sus temores, incertidumbres, hábitos y regresamos y nos reunimos con
nuestra alma. Experimentamos esto como un proceso de crecimiento,
convirtiéndonos en más de nosotros mismos. Nadie que supere sus temores
dice: ‘ahora bien, he perdido algo importante’. Es lo irreal en nosotros
lo que soltamos, dándole entrada a lo eterno. El temor da paso al amor,
la ignorancia a la sabiduría. Tomamos de nuestra vida anterior lo que
nos ha hecho crecer en amor y sabiduría.
Sin embargo este
proceso de crecimiento natural y suave no ocurre siempre así. De hecho,
muchas personas se aferran obstinadamente a su personalidad terrenal
después de su muerte. Su ambiente astral en la vida futura reflejará su
apego a la vida en la Tierra. Si tienen creencias religiosas muy
definidas con respecto al cielo, se encontrarán con otras personas con
las mismas creencias religiosas quienes tienen una visión similar del
cielo. Ellas pueden insistir en que están en el lugar correcto y que
cualquier impulso de dejarlo es incorrecto. De esta forma, se bloquea el
crecimiento natural. El resultado es que muchas personas creen que
están en el cielo, aunque se sientan inmensamente infelices ya que no
escuchan las señales de su alma. También, las personas pueden estar tan
compenetradas con las experiencias de su vida anterior que no pueden
soltarlas.
El dolor, el trauma y la pérdida pueden haberlas
abrumado o alternativamente, pueden haber tenido mucho éxito y haber
sido muy felices y no están listos para liberar eso.
En
resumen, para muchas personas, el proceso de crecimiento de liberación e
integración de su vida pasada no está – o al menos no completamente –
terminado cuando su alma entra a una nueva encarnación. Lo que sucede
entonces es que ellas experimentan su renacimiento como una especie de
cascada de luz que desciende del cielo a la Tierra que las absorbe. A
veces ellas se abren a esto, pero a menudo también hay resistencia. En
mi práctica, a veces encuentro esta resistencia a la vida en la Tierra
cuando las personas entran en un estado de trance y vuelven a visitar el
comienzo de su vida. Cuando les pregunto: “¿Cómo se sintieron al venir a
la Tierra?”, ellas me dicen: “Me resistí, no quería venir
verdaderamente, pero tuve que hacerlo”. Esa resistencia a la vida es a
menudo el tema que persiste a lo largo de toda su vida y es la causa que
les impide ser felices para disfrutarla.
Si le pido a mis
clientes que observen cuidadosamente a quien pertenece esta resistencia -
¿quién se está resistiendo a la vida?, entonces ellos usualmente se
refieren a la personalidad que tuvieron en su vida pasada más reciente.
Yo trato de hacerlos sentir que también hay una parte de ellos que quiso
estar aquí ahora. Esta parte, de hecho, representa al verdadero yo, a
su alma. Cuando ellos se conectan con esta parte y la sienten, se
elimina la resistencia.
Pero aun cuando no haya resistencia a
la vida en alguien, si la personalidad de una vida pasada no fue capaz
de conectarse y reunirse con el alma durante el período intermedio antes
de un nuevo nacimiento, esta personalidad de esa vida pasada todavía
vive en la personalidad actual. Como no pudo encontrar su camino de
regreso al alma, en la vida presente también se interpondrá en el
contacto con su alma.
- Nuestros padres
Nuestros
padres son importantes en dos sentidos. Primeramente, ellos nos brindan
nuestros primeros ejemplos de la energía masculina y femenina. A nivel
de nuestra alma, el femenino y masculino son uno, pero en cuanto
descendemos a la Tierra ocurre una división. Nuestros padres actúan como
moldes: formamos nuestra energía femenina principalmente a partir de la
imagen de nuestra madre y nuestra energía masculina a la imagen de
nuestro padre. Si hay mucha falta de armonía entre nuestros padres, esto
se reflejará en la forma en que manejamos las energías masculinas y
femeninas dentro de nosotros mismos.
En segundo lugar, los
temores y creencias de nuestros padres influyen muy profundamente en
nosotros. Es por esto que es importante aprender a entender y a amar a
nuestros padres, independientemente de sus errores. Ellos viven dentro
de nosotros; energéticamente hablando ellos son parte de nosotros. Si
estamos en conflicto con ellos, también estamos en conflicto con
nosotros mismos. Por supuesto que esto no significa que tenemos que
estar de acuerdo con ellos. Estamos en una relación correcta con ellos
cuando comprendemos que somos los maestros de ellos. Cada niño tiene un
hermoso regalo para sus padres y les ofrece a ellos algo nuevo.
- Nuestro cuerpo y su constitución genética
La
influencia del cuerpo en la personalidad es enorme; el cuerpo limita y
restringe la medida en la cual el alma puede fluir a través del mismo;
la mayor parte de la energía del alma no se puede expresar a través del
cuerpo. Ustedes son esencialmente mucho más de lo que alguna vez
pudiesen ser en un cuerpo. El cuerpo hace que el alma se enfoque en un
lugar y momento específicos y que ésta experimente la realidad en una
forma única a través de ese lente. El cuerpo crea un fuerte sentido del
aquí y el ahora.
En particular, el sistema nervioso del cuerpo
es importante, mientras más rico y complejo el sistema nervioso, mejor
se puede manifestar el alma. A través del sistema nervioso de un perro,
el alma no puede expresarse a sí misma tanto como a través del sistema
nervioso de un ser humano. Su sexo también tiene un gran impacto en su
personalidad: en un cuerpo femenino es más fácil estar en contacto con
su energía femenina que en un cuerpo masculino. Y finalmente no es
difícil imaginar cuán formativo es el cuerpo si ustedes viven en un
cuerpo malformado o crónicamente enfermo.
- La sociedad y la cultura en la que crecemos
Todos
somos el producto del tiempo y de la sociedad en que crecemos. Por
ejemplo, si leemos un libro o escuchamos música, entonces a veces
sentimos inmediatamente que pertenece a un tiempo y cultura en
particular. Cada era, cada cultura, tiene sus propias ideas, logros y
atmósfera general. Al vivir dentro de ella, ustedes adoptan esta energía
y la dan por sentado. Esto también se aplica por supuesto a nuestra
propia era y cultura. Miramos al mundo a través del lente de los tiempos
en que vivimos.
- La energía de la Tierra
Somos hijos
de la Tierra, la Tierra es nuestra madre. Y al igual que una madre
humana dejó una profunda influencia en nuestra personalidad, la Tierra
también lo hace. Es probable que esto no sea obvio inmediatamente porque
cada ser en la Tierra está muy familiarizado con esa influencia.
También, como usualmente negamos el hecho de que la Tierra sea un ser
vivo con una conciencia, no estamos conscientes de cómo ella conforma
nuestro pensamiento y hechos como seres humanos.
Sin embargo la
Tierra está en nosotros. Los astronautas que salen de la Tierra y la ven
desde lejos, se vuelven profundamente conscientes de su conexión con
ella. Posteriormente en sus vidas, muchos de ellos se comprometen con el
destino de la Tierra.
- La energía de la humanidad
Somos
seres humanos. Como terapeuta de regresiones, ocasionalmente me
encuentro con clientes que recuerdan una vida en forma no humana, y
usualmente es una sorpresa cuando se comprende cuán diferente es, cuán
diferente se percibe el mundo cuando no somos humanos.
También,
la humanidad como un todo es una; hay una gran conciencia grupal de la
cual todos somos parte. Lo que experimenta y comprende una persona,
afecta a todos. Al nivel interno, estamos conectados con todos nuestros
semejantes. La energía de esta conciencia grupal afecta nuestra
personalidad y es la que nos hace típicamente humanos.
El Niño Interior
En
adición a los aspectos externos antes mencionados, hay un aspecto
interno que hace una contribución importante a nuestra personalidad
adulta: el niño interior. Cada humano adulto ha sido niño alguna vez.
Cuán profundamente la niñez nos afecta lo muestra la literatura. Los
sentimientos y eventos de nuestra juventud son una fuente inagotable de
inspiración para muchos escritores. En el mundo exterior, el niño o niña
que una vez ustedes fueron, se ha ido completamente; el cuerpo cambia
constantemente. Cuando miro una foto mía como niño, entonces veo una
cara muy diferente de la que veo en el espejo. Pero en mi mundo interior
las cosas son diferentes: el niño pequeño que fui está todavía ahí. No
solamente a través de mis recuerdos, sino también en la forma en que
siento y miro al mundo – en mi mundo interno, él está vivo todavía.
Nuestro
mundo interior es atemporal; el niño interior conserva una parte muy
pura y auténtica de nosotros, que se reveló a sí misma en nuestra niñez.
En la niñez temprana todavía estamos conectados con nuestra alma y
todavía nuestra psiquis no está bajo la influencia de las fuerzas
externas de los padres, la sociedad, etc. Al crecer, nuestra percepción
se moldea y configura mediante estos aspectos, convirtiéndonos en
adultos que se sienten menos conectados con nuestro origen, nuestra
alma. Sin embargo, el niño que se ha ido del mundo exterior vive dentro
de nosotros: este es nuestro niño interior.
Psicológicamente
el niño interior es la Fuente de alegría en nuestra vida, la capacidad
para sentirnos inspirados y felices en una forma despreocupada, estar
presentes en el ahora y disfrutar de las cosas. Desafortunadamente,
muchos hemos sufrido experiencias dolorosas o traumáticas en nuestra
juventud a menudo, sin ser conscientes de ello. Y debido a que el tiempo
no existe en nuestro mundo interior, todo lo que han experimentado como
traumático en su niñez todavía sigue siendo una experiencia dolorosa
para su niño interior. Muchas personas por tanto se enfrentan con un
niño interior dañado, sin darse cuenta de ello y como consecuencia, el
niño no puede cumplir con su función natural.
La buena noticia
radica en que podemos sanar a nuestro niño interior. El primer paso es
hacernos conscientes del trauma emocional que ha sufrido nuestro niño.
Los mayores entre nosotros hemos crecido en un mundo en el cual los
niños eran objetos para ser educados, y su propia identidad no se tomaba
en cuenta seriamente. Como adultos pueden ver como algo normal e
importante que un niño vaya a la escuela, pero el niño en ustedes se
siente traumatizado al estar enjaulado en un edificio, teniendo que
obedecer órdenes y aprender cosas que él no pidió, sin haber hecho nada
malo. Para sentir lo que hemos experimentado como niños debemos estar
preparados para quitarnos nuestros lentes adultos para enfrentar a ese
niño interior completamente. Como adultos podemos entender y perdonar
el comportamiento de nuestros padres - ¿pero, puede hacerlo el niño que
está en nuestro interior?
En mi experiencia, esta mirada honesta
y desinhibida a tu propio niño interior es la que tiene un tremendo
efecto sanador. Aun cuando no elimine el dolor de momento, el niño se
siente reconocido y tomado en serio. El niño siente que se le permite
ser su yo natural. Esto crea el espacio para la sanación.
En
cierta literatura el niño interior se considera que es nuestro ego.
Desde esta visión, la gente con un gran ego son personas que no son
capaces de controlar o esconder su niño interior. En mi opinión sin
embargo, no es así. Pero antes de explicar qué es el ego, tengo que
explicar algo más: la propia conciencia
La Conciencia
Cuando
dije que el inicio de nuestra vida física es como un rayo de luz que
viene de nuestra alma y toca la Tierra, estaba describiendo este evento
desde el exterior. Pero al igual que un rayo de luz en el universo
físico, visto desde el interior, nunca deja la estrella, cuando
encarnamos nunca dejamos nuestra alma: es un cambio de conciencia.
Nuestra conciencia se enfoca en un cuerpo de 3D con cinco sentidos y un
cerebro humano.
Pero la conciencia, ¿qué es realmente? Es un
concepto muy difícil de definir – o imposible de definir. La razón es
que la conciencia está en la base de todo; todo lo que pensamos, hacemos
y somos se basa en la conciencia. Los científicos, que tratan de
explicar la conciencia en términos de algo no-consciente, tal como las
células cerebrales y los mecanismos biológicos, a veces parecen olvidar
que el propio conocimiento científico se basa en la conciencia.
Adicionalmente, la propia ciencia, mediante la mecánica cuántica, nos
dice que las partículas elementales de la física solamente vienen a la
existencia (tienen una ubicación fija en tiempo y espacio) si son
observadas por el que percibe. Y para que la percepción ocurra, la
conciencia debe estar ahí ya. Así por una parte, los científicos buscan
la forma de explicar la conciencia como un producto de las leyes
materiales y las partículas, pero por otra parte, esas mismas leyes y
partículas presuponen la conciencia para empezar.
La conciencia es un gran misterio: sin conciencia – nada.
No
obstante, intentaré capturar algunas de las características principales
de la conciencia. Cuando voy a mi interior, enfocándome en lo que estoy
experimentando subjetivamente, hay de hecho un conjunto de
experiencias: colores, sonidos, sentimientos, pensamientos, etc. Sin la
conciencia no tendría estas experiencias. Por tanto, la conciencia es
ante todo algo que hace posible esas experiencias: la conciencia es un
espacio interior donde tienen lugar las experiencias.
Pero eso
no es todo: todas esas experiencias están interconectadas dentro de mi
cabeza. Cuando hablo con alguien, entonces veo a esa persona y escucho a
esa persona. Las experiencias visuales y auditivas se conectan
internamente de una forma u otra y de conjunto crean la experiencia de
múltiples capas de la interacción con la otra persona que tengo ante mí.
A
la vez, la conciencia es capaz de enfocarse activamente, permitiéndome
colocar mi atención en algo en particular. Puedo estar totalmente
absorto en mi trabajo o en un filme, o puedo elegir estar completamente
presente en una parte específica de mi cuerpo cuando estoy meditando.
Cuando salgo a caminar, mi conciencia puede hasta dejar mi cuerpo
completamente a medida que mis pensamientos divagan. Cuando un vehículo
da un bocinazo de repente, regreso al presente con un shock.
Esta
capacidad para enfocarse puede adoptar una forma más extrema. El
enfoque puede ser tan intenso que yo me identifico con algo totalmente:
me fundo con ello y comienzo a pensar que yo soy ello. A lo que llamamos
encarnación es, desde el punto de vista del alma, un momento en el cual
la conciencia se va a identificar con una personalidad terrenal. Ella
piensa que es esa persona y que no hay nada fuera de la misma.
La
mayoría de nuestros problemas en la vida surgen porque nos
identificamos fuertemente con algo que no somos. En el momento en que
elegimos identificarnos con quien realmente somos – nuestra alma –
descubrimos que la mayoría de nuestros problemas son imaginarios.
La
capacidad para identificarnos con algo es una característica de nuestra
conciencia. Y si me identifico con mi personalidad terrenal, nace el
ego.
El Ego
¿Qué es el ego? Cuando decimos que alguien
tiene un ‘gran ego’ usualmente queremos señalar que ellos piensan que
son muy importantes, hasta superiores, y no lo esconden de nadie, y este
último (nadie) generalmente se molesta. Si ellos se consideran tan
importantes, muy bien, pero es cuando lo muestran abiertamente que nos
molestamos. Hay por supuesto, algo paradójico con respecto a esta
actitud: si alguien actúa como si fuese muy importante, ellos
aparentemente no nos consideran importantes a nosotros – y eso hiere a
nuestro ego. Así que verdaderamente nosotros también nos consideramos
muy importantes también, sólo que somos lo suficientemente ‘civilizados’
para esconderlo. Pensamos que esto es correcto moralmente. Después de
todo, ustedes necesitan pensar en los demás, y no centrarse en sí
mismos; ser modestos como dice el refrán. Pero si alguien no lo hace, y
se reafirma a sí mismo descaradamente, ¿no nos ponemos celosos? Los
celos son también parte del ego.
En otras palabras, todos tenemos un ego. Si realmente no tuviéramos ese ego, no nos molestarían los egos de los demás.
¿Pero,
qué es exactamente el ego? El ego no es una cosa, sino una medida. Como
he dicho, nuestra conciencia tiene la capacidad de enfocarse en
cualquier sitio. Desde una perspectiva espiritual, nacer significa un
cambio en el enfoque de la conciencia del alma hacia la personalidad
terrenal. Y en algunos casos, ese cambio es tan radical que la
conciencia piensa que la personalidad terrenal es todo lo que hay.
Entonces la personalidad se convierte en algo extremadamente importante.
A esto se le llama tener un gran ego. ¿Así que, qué es el ego? El ego
es la medida en la cual la conciencia se identifica con la personalidad
terrenal.
Finalmente, Amor
¿Por qué hacemos esto?
¿Por qué encarnamos como un ser humano y nos perdemos totalmente en una
personalidad terrenal? ¿Por qué dejamos la atmósfera de luz y amor y
enfrentamos los desafíos de la dualidad en la Tierra?
La
respuesta más profunda a esta pregunta es el amor. Desde el amor
entramos a un área donde no hay amor; el objetivo final es llevar luz y
amor ahí también. Este salto a la oscuridad es finalmente un acto de
amor.
Cuando aterrizamos aquí, inicialmente nos identificamos
completamente con una personalidad en específico. Experimentamos el
universo a nuestra manera única; no hay espacio para una perspectiva
diferente. El mundo es visto a través de los ojos de la dualidad: somos
nosotros contra ellos.
Pero a medida que la conciencia
evoluciona a lo largo de muchas vidas, el alma gradualmente será
recordada y la dualidad trascendida. Emergen nuevas ideas: ama a tu
enemigo, respeta a las personas con otras creencias religiosas, aprecia
la belleza de la naturaleza y comprende que todos como humanos, somos
parte de la naturaleza. Finalmente, hay un pleno entendimiento: el amor
incondicional por uno mismo, por el ser humano que ustedes son ahora – y
subsiguientemente por el mundo que les rodea. Después de muchas vidas,
se logra el objetivo: el área oscura comienza a llenarse de luz y de
amor; se secan las lágrimas.
Quisiera decir entonces, que el amor
es la parte final de la personalidad humana. Tanto en las ciencias
naturales y en la psicología, las causas de las cosas se explican a
menudo de forma mecánica y materialista. Creo que todo lo que existe es
creado al final desde el amor. El amor es la conexión entre el uno (el
Espíritu) y los muchos (la Creación), entre el alma y la personalidad
humana. Y ese amor original está presente dentro de nosotros como una
fuente inextinguible. Como seres humanos, solamente si somos conscientes
de esta fuente, seremos completos.
Gerrit Gielen -
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Traducción: Fara González