Comencé
a leer textos de Wilber a finales de los 80 y fue quien luego de Jung
marcó mi camino hacia la psicilogía transpersonal..comparto este
pequeño escrito rico en contenido y claridad para aquellos que
desean comprender el proceso del desarrollo espiritual
Los abrazo en profundo amor
Roxana Anuak
El Desarrollo Espiritual
por Ken Wilber
Existen cuatro estadios o fases del desarrollo espiritual, la
creencia, la fe, la experiencia directa y la adaptación permanente;
dicho de otro modo; uno puede creer en el Espíritu, uno puede tener fe
en el Espíritu, uno puede experimentar directamente el Espíritu y uno
puede devenir Espíritu. 1.La creencia es el primer (y, por consiguiente,
el más común) de los estadios del desarrollo espiritual. La creencia
requiere imágenes, símbolos y conceptos y, en consecuencia, suele
originarse en el nivel mental. Pero el desarrollo de la mente atraviesa
distintas fases -mágica, mítica, racional y visión-lógica-, cada una de
las cuales sirve de fundamento a un tipo (y a un estadio) de creencia
religiosa o espiritual.
El estadio de las creencias mágicas (ejemplificado por el vudú y los
conjuros mágicos) es egocéntrico y se da tal fusión entre el sujeto y el
objeto que aquél cree que la fuerza de su deseo puede llegar a operar
sobre el mundo físico y sobre los demás. La creencia mítica, por su
parte, suele ser sociocéntrica y etnocéntrica, lo cual significa que
diferentes grupos sostienen mitos diferentes habitualmente exclusivos
(es decir, si uno cree, por ejemplo, que Jesús es el salvador de la
humanidad, no queda lugar alguno para Krishna), y proyecta sus
intuiciones espirituales sobre uno o más dioses o diosas físicamente
desencarnados que tienen el
poder
de influir sobre las acciones humanas. La creencia racional, que
constituye una decisión racional, no representa a Dios o la Diosa de un
modo antropomórfico, sino en tanto que el Fundamento Ultimo del Ser y,
en ese sentido, desmitologiza la religión. Se trata de una modalidad que
alcanza su cúspide en la creencia visión-lógica y que explica el
Fundamento del Ser en tanto que Gran Sistema Holístico, Gaia, la
Divinidad, una especie de Eco-Espíritu, la «red-de-lavida», etcétera,
recurriendo a ciencias como la teoría sistémica.
Todas estas creencias mentales suelen ir acompañadas de sentimientos o
sensaciones emocionales muy intensas que no necesariamente son
experiencias directas de las realidades espirituales supramentales. En
ese sentido, se trata de diferentes modalidades de traslación que pueden
ser abrazadas sin transformar en lo más mínimo el propio nivel de
conciencia. Pero, cuando la traslación comienza a madurar y la
emergencia directa de los dominios superiores comienza a presionar al
yo, la creencia acaba desembocando en la fe.
2. La fe comienza allí donde la creencia pierde su poder. Porque el
hecho es que llega un momento en que todas las creencias mentales
-precisamente por el hecho de ser mentales y no supramentales o
espirituales- pierden su fuerza, pierden su poder sobre la conciencia y
comienzan a palidecer porque, a fin de cuentas (por más que uno crea en
el Espíritu como «red-de-la-vida», por ejemplo), uno no deja de
sentirse como un ego separado, aislado y lleno de miedos. De poco
servirá, en tal caso, esforzarse en seguir creyendo, porque la creencia
habrá dejado ya de funcionar. Es entonces cuando va tornándose
dolorosamente evidente que, si bien la mera creencia puede proporcionar
algún sentido traslativo, no comporta, no obstante, la menor
transformación verdadera. (Y las cosas pueden ser todavía peores en el
caso de que uno sustente creencias mágicas o míticas, puesto que tales
creencias no sólo no son transformadoras, sino que operan como una
fuerza regresiva que aleja a la conciencia de los dominios
transracionales.)
Pero también hay que decir que, detrás de la creencia mental en Gaia o
en la «red-de-la-vida», suele ocultarse una auténtica intuición de los
dominios espirituales y transmentales, es decir, una intuición de la
Unidad de la Vida. Pero esa intuición no podría ser plenamente
comprendida mientras nuestra conciencia permanezca atrapada en la
creencia porque, en última instancia, todas las creencias, tanto las
analíticas como las holísticas, son dualistas y sólo cobran sentido en
presencia de sus opuestos. De lo que se trata no es tanto de pensar en
la Totalidad como de devenir la Totalidad, algo que sólo podrá ocurrir
cuando uno deje de aferrarse a creencias sobre la Totalidad. Las
creencias no son más que un sustituto del alimento para el alma,
calorías espiritualmente vacías que más pronto o más tarde dejarán de
fascinarnos y develarán su verdadero rostro.
La fe suele ser el paso intermedio que nos permite dar el salto que
conduce desde la pérdida de la creencia hasta la experiencia directa.
Quizás, por ejemplo, la creencia en la Unidad ya no ofrezca un gran
consuelo, pero la persona todavía tiene fe en ella. Cuando las creencias
se tornan insostenibles aparece la fe, la llamada débil pero clara de
una realidad superior -el Espíritu, Dios, la Diosa, la Unidad, etcétera-
que trasciende la creencia y se encuentra más allá de la mente. La fe
constituye la puerta de acceso a la experiencia inmediata de lo
supramental y de lo transracional. En ausencia de creencias dogmáticas
desaparece la convicción, y a falta todavía de experiencia directa, uno
carece de toda certidumbre. La fe es, pues, una tierra de nadie
-atestada de preguntas y de ninguna respuesta- que se caracteriza por la
determinación (estimulada por una intuición oculta) a encontrar
nuestra auténtica morada espiritual en la experiencia directa.
3. La experiencia directa responde a todas las dudas inherentes a la
fe. Se trata de un estadio caracterizado par la presencia de dos fases
diferentes: Las «experiencias cumbre» y las «experiencias meseta».
Las experiencias cumbre suelen ser intensas, breves, espontáneas y
sumamente transformadoras. Las verdaderas «experiencias cumbre» nos
permiten vislumbrar nuestros potenciales transpersonales y
supramentales más elevados. Existen varios tipos de «experiencias
cumbre», entre las cuales cabe destacar las «experiencias cumbre» del
nivel psíquico, propias del misticismo natural (el tipo de unidad
característico del nivel ordinario), las «experiencias cumbre» del nivel
sutil, propias del misticismo teísta (el tipo de unidad característico
del nivel sutil), las «experiencias cumbre» del nivel causal, que nos
permiten atisbar la Vacuidad (la unidad propia del nivel causal) y las
«experiencias cumbre» no duales, que nos abren las puertas a Un Solo
Sabor. Resulta evidente, como Roger Walsh ha señalado, que cuanto más
elevado es el nivel de la experiencia, más infrecuente es. (Éste es el
motivo por el cual la mayor parte de experiencias de ‘consciencia
cósmica’ son las propias del misticismo natural (o unidad del nivel
ordinario), el más bajo de los dominios místicos. Desafortunadamente,
sin embargo, son muchas las personas que consideran equivocadamente que
este nivel es Un Solo Sabor, una confusión que adquiere visos de
epidemia entre los teóricos eco).
La mayor parte de las personas se hallan, comprensiblemente, en el
estadio de la creencia o de la fe (y, ocasionalmente en el de la magia o
del mito). De tanto en tanto, sin embargo, algunos individuos pueden
tener una «experiencia cumbre» de un dominio realmente transpersonal que
les sacuda muy profundamente (a menudo para mejor, aunque también hay
decir que, en ocasiones, para peor). En cualquiera de los casos, sin
embargo, ya no se trata de creencias que hayan leído en un libro o de
meras habladurías traslativas, sino de una experiencia real de un
dominio superior después de la cual el individuo ya no vuelve nunca a
ser el mismo.
(Digamos, a modo de corta disgresión, que las consecuencias de este
tipo de experiencia no siempre son positivas. Porque puede darse
perfectamente el caso de que una persona que se halle en el nivel mítico
literal-concreto, por ejemplo, tenga una ‘experiencia cumbre’ del nivel
sutil que reactive sus mitos concretos y provoque la aparición de un
fundamentalismo según el cual su dios mítico particular es el único que
puede salvar al mundo, no dudando entonces en sacrificar los cuerpos de
quienes se le opongan en aras de la supuesta salvación de su alma.
También puede ocurrir, por ejemplo, que alguien que se halle en el nivel
visión-lógico, tenga una experiencia cumbre» del nivel psíquico, en
cuyo caso su nuevo eco-paradigma» se convierte en el único que puede
salvar al planeta y tampoco dudará en imponer una suerte de ecofascismo
para salvarle. Este tipo de fanatismo religioso (que constituye una
confusa mezcolanza de verdades superiores con ilusiones inferiores)
resulta casi imposible de desarticular. Es cierto que las «experiencias
cumbre» nos permiten acceder provisionalmente a verdades superiores,
pero también lo es que esa brevedad puede ir seguida de un retroceso a
un nivel inferior y acabar sirviendo de justificación para las más
espantosas creencias)
Pero si bien las «experiencias cumbre» son de poca duración -desde
unos pocos minutos hasta unas pocas horas-, las experiencias meseta, por
su parte, son más estables y duraderas y tienden a la adaptación
permanente. Las «experiencias cumbre» suelen presentarse de manera
espontánea pero, para convertir una experiencia cumbre en una
experiencia meseta -para transformar un breve estado alterado en un
rasgo duradero-, se requiere una práctica prolongada. Casi todo el
mundo, en algún momento de su vida, puede tener una breve experiencia
cumbre y sé incluso de algunos casos en os que, sin necesidad de
práctica sostenida, ha terminado convirtiéndose en una experiencia
meseta. Así pues, la creencia y la fe constituyen las modalidades de
orientación espiritual prevalente, mientras que las «experiencias
cumbre», por su parte (raras pero auténticas experiencias espirituales),
sólo suelen darse en quienes están comprometidos con una práctica
espiritual sostenida, intensa, prolongada y profunda.
Al igual que decíamos con respecto a las «experiencias cumbre», las
«experiencias meseta» pueden darse en los dominios psíquico, sutil ,
causal y no dual. Veamos un ejemplo, tomado del zen, que abarca estos
cuatro dominios. Es frecuente que quienes emprendan la práctica de la
meditación zen comiencen contando respiraciones, de uno a diez y vuelta a
empezar. Cuando el sujeto puede hacer eso durante media hora sin perder
la cuenta, suele recibir un koan como el de mu, por ejemplo (que, por
cierto, fue mi primer koan). Así, en los próximos tres o cuatro años, el
sujeto se enfrasca durante varias horas al día en esta práctica,
concentrándose de continuo en el sonido mu, al tiempo que se pregunta:
¿cuál es el significado de mu? o ¿quién está concentrándose en mu?.
Durante ese estadio, el sujeto suele asistir a sesshnis de siete días de
práctica muy intensa, en donde practica durante el día y la noche.
La primera experiencia meseta importante tiene lugar cuando el sujeto
puede mantenerse de manera literalmente ininterrumpida en mu durante la
mayor parte de las horas de vigilia, en cuyo caso mu pasa a convertirse
en parte de su conciencia, hasta el punto de que bien podría decirse
que uno se torna en mu, o dicho en otras palabras, que el Testigo se
mantiene de manera constante durante el estado de vigilia ordinaria.
Entonces es cuando se le dice que, para penetrar realmente en mu, debe
trabajar también en ese koan durante el estado de sueño.
(Cuando escuché esto por vez primera creí que se trataba de un
chiste, de ese tipo de bromas tan característicos de los ritos
cuarteleros de iniciación machista, del tipo: ‘¡quien quiera formar
parte del primer batallón de infantería deberá comerse tres serpientes
vivas!’. Yo creía que estaban tratando de asustarme, cuando lo cierto es
que simplemente estaban tratando de ayudarme.) Tras otros dos o tres
años más de práctica, el sujeto logra mantener una concentración sutil
en mu durante el estado de sueño, de modo que la conciencia testigo
permanece también de manera constante durante el estado del sueño sutil
(1)
El estado de sueño es sólo uno de los muchos tipos de fenómenos
propios del reino sutil; el típico estado sutil es el savilkalpa
samadhi, ‘la absorción no dual en la forma’ que nos permite permanecer
abiertos al dominio sutil mientras despertamos. Según se dice, el estado
de sueño es una subclase del nivel sutil en el que no hay fenómenos
materiales ordinarios (sólo imágenes y formas). Es por ello que el hecho
de entrar conscientemente en el sueño se ha comparado siempre al
savikalpa samadhi, ya que ambos evidencia la presencia simultánea de
ondas alfa (despertar) y de ondas beta (sueño). Además, el efecto de la
evolución de la conciencia es semejante en ambos casos ya que, en cierto
modo, uno objetiva el nivel sutil (viéndolo conscientemente como un
objeto mientras despierta) y luego pierde su poder, lo trasciende y
comienza a adentrarse en el dominio causal. El nirvikalpa samadhi es el
estado típico de la consciencia causal, la cesación pura, sin forma y
sin manifestación (un tipo de vacuidad) que nos permite adentrarnos en
el dominio causal mientras estamos despiertos (nirvikalpa madura en
jnana samadhi, la ausencia de forma radicalmente pura y, en algunas
tradiciones, en nirodh, la extinción de todo tipo de objetos). Del mismo
modo que el savikalpa y sueño diáfano son análogos, el hecho de
mantener la consciencia durante el estado de sueño profundo sin sueños y
el nirvikalpa son también análogos, porque tanto en uno como en otro,
alfa (vigilia) y delta (lo sin forma) se hallan simultáneamente
presentes, de modo que uno puede llevar la conciencia hasta el reino de
lo sin forma y abrirse a los no dual. De este modo se trasciende lo
causal y el nirvikalpa/jnana (gnosis) da lugar al sahaja, la
omnipresencia espontánea de Un Solo Sabor.
Pero este proceso no debe pasar necesariamente por el sueño diáfano
ni por el sueño diáfano con sueños, ya que el savikalpa samadhi y el
nirvikalpa samadhi pueden ser alcanzados durante el estado de vigilia.
Cuando el practicante logra una cierta competencia en el savikalpa,
suele presentarse el sueño diáfano, precisamente porque ambos son
análogos. Del mismo modo, el dominio del nirvikalpa suele verse
acompañado del sueño diáfano y lo mismo suele ocurrir en sentido
contrario, es decir, que el hecho de seguir meditando durante el estado
de sueño y de sueño profundo constituye una forma muy eficaz de entrar
en savikalpa y en nirvikalpa y también favorece la apertura a sahaja. No
olvidemos que siempre se ha dicho que el yoga del sueño es uno de los
métodos más eficaces para alcanzar una experiencia meseta en los
dominios sutil y causal que abre la puerta a la adaptación estable (y
por tanto a la trascendencia) de esos dominios.
A estas alturas, y en la medida en que el discípulo se aproxima al
dominio causal no manifiesto (el nivel de la absorción pura), va
acercándose también a esa explosión conocida con el nombre de satori, el
descubrimiento del hielo congelado de la absorción causal pura en la
Gran Liberación de Un Solo Sabor, una experiencia que también comienza
como una experiencia cumbre que, con la práctica, acaba convirtiéndose
en una experiencia meseta y finalmente en una adaptación permanente.(2)
Los tres o cuatro estadios diferentes de adaptación que conducen
desde el nivel causal/nirvikalpa/nirvana hasta Un Solo Sabor son
conocidos con el nombre de estadios postnirvánicos. Existen muchas
versiones de estos estadios, pero todas ellas giran en torno a la
conciencia constante o el acceso ininterrumpido a la conciencia testigo
en los tres estados (primero en forma de experiencia meseta y luego como
adaptación estable) que culminan en la desaparición del testigo en Un
Solo Sabor no dual (primero en forma de experiencia cumbre, después como
experiencia meseta y finalmente como adaptación estable.)
Una vez que se ha consolidado de manera estable la adaptación a Un
Solo Sabor, se despliegan los estadios postiluminados. Según se dice,
estos estadios concluyen en bhava samadhi, la traslación corporal
completa de lo humano a lo divino o, en otras palabras, ‘la extinción
completa de todas las cosas en el dharmadtu’ o, dicho de otro modo, el
logro de un cuerpo de luz permanente. (Ver El Ojo del Espíritu para una
discusión más detallada sobre los estadios evolutivos postnirvánicos y
postiluminados.) Los estadios postnirvánicos (la esencia del Mahayana y
del Vajrayana, que no solo abrazan lo sin forma (el nirvana) sino que lo
integran con el mundo de la forma (el samsara) siempre ha tenido mucho
sentido para mí y, basándome en mi propia experiencia, puedo certificar
la realidad de la experiencia ininterrumpida de la conciencia constante y
de Un Solo Sabor durante veinticuatro o incluso treinta y seis horas (y
hasta, en una sola ocasión, durante once días y once noches). En
ninguno de estos casos se trató de una adaptación permanente, pero
conozco a varios maestros que, en mi opinión, están ahí y la literatura
al respecto está llena de ejemplos a este respecto. Y si digo que los
estadios postnirvánicos tienen sentido para mi es porque son, después de
todo, simples estadios de adaptación de la no dualidad (los estadios de
integración entre el nirvana y el samsara, entre el Espíritu y sus
manifestaciones, entre la Vacuidad y la Forma.) Además, los resultados
de las investigaciones electroencefalográficas realizadas en este
sentido por Alexander y otros parecen corroborar su existencia.
Pero no puedo decir lo mismo de los estados postiluminados, que ni
tienen mucho sentido, ni tampoco he conocido a nadie que plausiblemente
se hallara en ellos. Se trata de estadios cuya descripción suele evocar
vestigios de la visión mágica del mundo, porque se refieren a cuestiones
tales como la transformación del cuerpo en luz, la capacidad de
realizar milagros, etc., ninguno de los cuales dispone de evidencia
creíble y reproducible. La ‘extinción de todas las cosas en dharmadatu’,
por su parte, me parece indistinguible de jnana o nirodh o, dicho de
otro modo, una regresión de Un Solo Sabor, no un desarrollo hacia él. Y
entiéndase que con ello no estoy afirmando su inexistencia, sino tan
solo que, comparados con los estadios de los que habla tradición (hasta
llegar a los postnirvánicos que anteriormente he bosquejado), existen
muchos menos datos sobre los estadios postiluminados, quizás porque son
muy raros o tal vez porque realmente no existan.
4. El término adaptación se refiere simplemente al acceso constante y
permanente a un determinado nivel de conciencia. La mayor parte de
nosotros ya nos hemos adaptado (o, dicho de otro modo, ya hemos
evolucionado) a la materia, el cuerpo y la mente (y por ello podemos
acceder a esos niveles siempre que queramos). También hay personas que
han tenido «experiencias cumbre» de los niveles transpersonales
(psíquico, sutil, causal y no dual). Pero la práctica puede permitirnos
evolucionar hasta las «experiencias meseta» de esos reinos superiores
que, con la práctica, acaban convirtiéndose en adaptaciones permanentes
que nos permiten acceder de manera constante a los niveles psíquico
(misticismo natural), sutil (misticismo teista), causal (misticismo sin
forma) y n dual (misticismo integral) de un modo tan habitual como hoy
en día lo es, para la mayor parte de nosotros, el acceso a la materia,
el cuerpo y la mente. Y esto se manifiesta de un modo palpable en la
presencia de una conciencia constante (sahaja) que perdura a través de
los tres estados de vigilia, sueño (savikalpa samadhi) y sueño sin
sueños (nirvikalpa samadhi). Entonces resulta evidente porqué “lo que no
está presente en estado de sueño profundo sin sueños no es real”. Lo
Real debe hallarse presente en los tres estadios, incluyendo el sueño
profundo sin sueños, y la Conciencia pura es lo único que se halla
presente en los tres. Este hecho resulta perfectamente evidente cuando
uno descansa en tanto que conciencia pura, vacía y sin forma y
“contempla” la aparición, permanencia y desaparición de los tres
estados, mientras permanece como lo inamovible, lo Inmutable, lo No
Nacido, liberado en la Vacuidad pura de la que emana toda Forma y en la
Totalidad resplandeciente de Un Solo Sabor.
Estas son algunas de las fases por las que atraviesa el camino de
adaptación a los niveles superiores de nuestra naturaleza espiritual:
creencia (mágica, mítica, racional y holística); fe (que no es tanto una
experiencia directa como una intuición de los dominios superiores);
experiencia cumbre (de los niveles psíquico, sutil, causal y no dual,
aunque no en un orden concreto, porque suelen tratarse de situaciones
muy puntuales); experiencias meseta (de los niveles psíquico, sutil,
causal y no dual, casi siempre en este orden, porque para alcanzar un
determinado estadio suele ser necesario el estadio anterior) y
adaptación permanente (a lo sutil, lo causal y lo no dual, también en
ese orden y por la misma razón).
Concluiremos ahora subrayando varios puntos importantes:
Uno puede hallarse en un nivel relativamente elevado del desarrollo
espiritual y permanecer todavía en un nivel relativamente bajo en otras
líneas (el nivel psíquico profundo, por ejemplo, puede estar muy
avanzado, mientras que el frontal permanece relativamente estancado).
Todos conocemos a personas espiritualmente desarrolladas que, no
obstante, son bastante inmaduras en el ámbito sexual, en el de la salud
física, en la capacidad de establecer relaciones emocionalmente
profundas, etcétera. De modo que el acceso constante a Un Solo Sabor no
va necesariamente acompañado del desarrollo muscular, ni tampoco le
proporcionará un nuevo trabajo, ni una pareja ni tampoco le curará de
sus neurosis. Los contenidos profundos de la sombra no desaparecen con
la meditación y el acceso a los estadios superiores de la práctica
espiritual porque, contrariamente a lo que sostiene la creencia popular,
la meditación no es una técnica de descubrimiento. Si lo fuera, la
mayor parte de los maestros de meditación no necesitarían psicoterapia,
cuando lo cierto es que la necesitan tanto como los demás. La meditación
no apunta tanto a desvelar el material inconsciente reprimido como a
posibilitar la emergencia de dominios más elevados, con lo cual los
dominios inferiores siguen siéndolo y tal vez se hallen ahora aún más
reprimidos.
No estaría, pues, de más combinar la práctica espiritual con una
buena psicoterapia y lo mismo podríamos decir con respecto al ejercicio
del cuerpo físico (incluyendo, por ejemplo, el levantamiento de pesas),
el cuerpo pránico (t’ai chi chuan), el trabajo con el grupo o la
comunidad, etcétera, etcétera. El único modo sano y equilibrado de
proceder con el desarrollo superior consiste, obviamente, en emprender
una práctica realmente integral.
Esto resulta especialmente importante porque la religión civil
centrada en la persona (y el “paradigma 415″) está fundamentalmente
anclado en el estadio de la creencia holística. Para que la mayor parte
de las personas vayan más allá de estas traducciones mentales es
necesario emprender una auténtica práctica transformadora y la práctica
integral es, muy probablemente, la más eficaz porque no solo subraya la
transformación del yo, sino también del resto de los cuadrantes -en el
Gran Tres del ‘yo’, el ‘nosotros’ y el ‘ello’- prácticas transformadoras
del yo, de las relaciones, de la comunidad y de la naturaleza, no sólo
como un cambio en el tipo de creencia sino en el nivel de la conciencia.
Aunque haya señalado que el acceso a ciertos niveles requiere de
cinco o seis años de dura práctica (y a otros todavía superiores un
tiempo cinco veces superior) no se preocupe por ser solo un
principiante. Emprenda la práctica, tenga en cuenta que cinco o seis
años pasan en un abrir y cerrar de ojos ya que la recompensa bien merece
la pena. Si durante ese tiempo, por otra parte, no hace más que
escuchar a maestros que le hablan de creencias (ya sean mágicas,
míticas, racionales u holísticas) sólo será cinco o seis años mayor.
(Las creencias holísticas están muy bien -y son muy adecuadas- en el
dominio mental, pero no olvide que la espiritualidad tiene que ver con
el dominio transmental y que la traslación mental nunca le ayudará a
trascender la mente, y la religión civil centrada en la persona tampoco
le liberará de sí mismo.) Le recomiendo, pues, que asuma una práctica
contemplativa, transpersonal y supramental. Poco importa lo dura que le
parezca la práctica, simplemente empiece. Recuerde el viejo chiste:
¿Cómo puede uno comerse un elefante? de bocado a bocado.
El hecho es que, unos pocos bocados después, usted ya habrá logrado
considerables beneficios. Tal vez pudiera empezar, por ejemplo, con
veinte minutos al día con el tipo de oración de centramiento que enseña
el padre Thomas Keating, una práctica cuyos efectos son casi inmediatos
(serenidad, apertura, respeto, escucha, etcétera). Practique zikr
durante una media hora, vipassana durante cuarenta minutos, ejercicios
de yoga dos veces al día, visualización tántrica, oración del corazón o
cuenteo de las respiraciones durante quince minutos cada mañana antes de
levantarse de la cama. Cualquiera de estos abordajes es adecuado, el
asunto es que organice su práctica del modo que más le guste, pero que
no tarde en dar los primeros bocados…
Es cierto que tenemos que ser amables con nosotros mismos, pero no lo
es menos que también debemos ser firmes. Deje de lado la “compasión
idiota”, trátese a sí mismo con auténtica compasión y comprométase
seriamente con la práctica.
La permanencia en estas prácticas acabará evidenciándole la necesidad
de asistir a un retiro intensivo de varios días al año, lo que le
permitirá comenzar a convertir las pequeñas «experiencias cumbre» en las
experiencias meseta iniciales de la práctica. los años pasarán, pero
usted estará madurando e irá trascendiendo de un modo lento pero seguro
los aspectos inferiores de sí mismo y abriéndose a los superiores.
Entonces llegará un día en que mirará hacia atrás y se dará cuenta del
sueño (porque realmente es un sueño) del que está a punto de despertar.
El asunto es muy sencillo: Si usted
está interesado en una espiritualidad aunténticamente transformadora
busque un maestro espiritual y comprométase con una práctica. Sin
práctica jamás pasará de la fase de la creencia, de la fe o de las
«experiencias cumbre» esporádicas, nunca evolucionará a las
«experiencias meseta» y mucho menos a la adaptación permanente. En el
mejor de los casos, será un visitante ocasional en el territorio de sus
estados superiores, un turista en su verdadero Yo.